martes, 6 de diciembre de 2011

Leyendas confiables

Camarón de la Isla es una leyenda. Es leyenda del tiempo. Ha superado el tiempo. Mi tiempo al menos. Bello, flamenco, andaluz. De Cádiz. Mar y Carnaval. Tablas y seducción. Derrota de un tiempo finito. La ecuación perfecta.



Y ahora yo, humilde mortal de la ciudad de Buenos Aires, en la casi misma edad que cuando Camarón murió. Casi. Podría decirse que joven. Él, murió muy joven.

“No tengo tiempo”. “Todo esto es una pérdida de tiempo”. “El tiempo que he perdido”. “Busco y busco y recabo el 10% de lo que quisiera; además, ese texto no está completo en la web”. “Al final, es mejor ir a una biblioteca”. “Por otra parte, al libro no hay con qué darle”. “Ni punto de comparación”.Ni a la letra de una canción de gitanos.

Tiempo oro valía valor que no vuelve. Tiempo de gitanos. Tiempo de silencio. Tiempo de descuento.

La confianza es algo que se construye, que lleva tiempo. Más tiempo. Para construir la confianza se necesita tiempo. Mi pequeño universo dice que la confiabilidad está dada por mi propio universo. Que es bastante acotado por cierto. Por cuestiones puntuales (desconocimiento, desconfianza, seguridad, incontrastabilidad, irreductibilidad, etc.) no abro demasiado mi universo. Abro y reduzco, paradójicamente. Apertura/cerrazón. Paradigma de la Posmodernidad. No me hables de otro cantaor que no sea Camarón. Y que nadie palmee su nombre en vano emulando saberes ancestrales impropios.

Mis saberes parecen así reducirse a lo conocido. Además, en las megalópolis, el tiempo nos corre…No vivo en Cádiz, patria de barcos y máscaras.

Nunca me convenció el éxito. Además, para ser exitoso se necesita tiempo. Y tiempo es lo que falta. Por otro lado, no le creo nada a los que se dicen exitosos; mucho menos al otro que dice “¡che! ¿Viste que exitoso es tal?”. Prefiero las referencias post mortem. Son mucho más genuinas. El tipo o la tipa exitosos de verdad capaz que encima se murieron jóvenes. Ni disfrutar del éxito pudieron. Les faltó tiempo. Me hubiera gustado verte madurar.

Relación éxito-confiabilidad-tiempo. Estoy en el horno. No tengo mucho tiempo; no vayan a creer todo lo que digo y, sobre todo y por suerte, no tengo las claves del éxito. Prefiero ante este último, sentirme pulcramente imperfecta. Diametralmente incompleta. Rugosamente expectante. Atónitamente curiosa. Prefiero poner un disco de leyenda, para no errarle.

A riesgo de comparar lo incomparable, me atrevo a pensar que las investigaciones y las búsquedas son parecidas, igual que los verdaderos talentos: siempre faltará tiempo, el éxito será parcial o incompleto en muchos casos, y la confiabilidad siempre se pondrá a prueba. Los neo de todo tipo auguran profesías de gente que comienza a no haber vivido el tiempo de las leyendas.

No vaya a creerlo. El ser humano no es inmortal. Es cuestión de administrar las variables para usar un tiempo considerable, en función de lo que nos interesa. Hacer buenas preguntas significa tener respuestas acordes, si la ecuación no falla. No exactas. Buenas. El éxito estará en buena parte en esa incompletud; en esa respuesta parcial pero interesante. La confiabilidad tendrá que ver con nosotros mismos; quiero decir, en base a lo que sabemos, cómo hacemos jugar los datos o conceptos. Tus cuerdas vocales son la única precisión flamenca.

En esta corta vida, nadie te regala nada. Hay que ponerse a estudiar para dar buena información y saber contrastarla.

Confío plenamente en vos, Camarón. Qué duda cabe a estas alturas.

lunes, 5 de diciembre de 2011

No te desmaterialices sin avisarme


A la memoria de Pedro Navarro Floria, mi maestro


No me olvido más. Año 2002. Pasillo de la Universidad Nacional de Cuyo. El tipo me dijo, sin dejar de caminar y sin mirarme siquiera: “Vos hablá que yo hago mímica”.

Y me largó al ruedo. Recuerdo haber sonreído. Una risa nerviosa. No dije nada. El tipo asentía con la cabeza mientras yo hablaba. No era común que te felicitara. No lo hizo. No lo esperaba.

Esencia y paciencia.

Colaboración en grado sumo acorde con la precariedad de mis ideas. Presagio. Corrección. Correo: “Ahí va el monstruo con el número de la Bestia en los comentarios (son 666)”. ¡Eran 666 comentarios! Ni más ni menos, bestia insobornable en el control de cambios.

El tipo parece no tener límites. Arremete y amplifica. El tiempo se ha detenido un día como hoy, 5 de diciembre. Hace exactamente un año. Pero como en una profecía maya, ha hecho que gire nuevamente. Porque no acepta los límites. Nunca los ha aceptado. Aunque su mentada frase “me voy de vacaciones, me desmaterializo hasta febrero” se ha cumplido por más tiempo aquí lo ves, no nos deja claudicar. Revisa y corrige, se enoja y se cansa.

En su seno de niña te guarda la tierra que amas. Hijo pródigo de la Patagonia. Por adopción y autoadscripción. Por deseo y decisión. Guardo tus notas para que las revisemos juntos cuando pases por acá. Bellísima letra. Cuadernos. Orden impronta de tu naturaleza. Fragilidad desconocida conocida. Estrategias. Ante estelas de sinceridades abyectas y desleales te haces grande. Majestuoso en tu grandeza.

He hundido mis ansias irresueltas en tu complicidad.

Solidario educador.

Implacable maestro.

La escarcha bordea tu puño y tu enojo. Tu paz. Mi admiración ralea tus defectos, que tan atentamente evoco. Nado entre el lodo; llano y llaga de tu agua clara de deshielo. En algún momento, debes saberlo, he sentido tras mis espaldas estas palabras:

Nuestra profesión es un sacerdocio, y exige que seamos dignos de ella. Yo diría que no basta con responder ese mínimo de honestidad, sino que es necesario además aparentarlo…

Bien es verdad que, desgraciadamente, los frutos de sus investigaciones han sido pobres, muy pobres, casi nulos…Su cultura científica era escasa y usted no leía mucho…

Lo siento. Creo que no sabe usted muy bien lo que quiere. Oiga mi consejo. Déjese de investigaciones. Usted no está dotado para eso. Nunca llegará a nada… (extraído de Luis Martín-Santos, 1961).

Casi que por tu valor las he burlado. He llorado por ellas. He sentido el disgusto y el desamor. Los cuerpos se hunden, frágiles, escuetos, tristes. Se quiebran, extraños, parcos, incautos, débiles. Presencias, valía, valentía, salud, no salud, impresiciones. Tu lágrima nunca vista, la mía a flor de piel, siempre, tu nunca miedo, tu coraza, tu astucia, tu claridad, tu ser oculto. Tu símbolo, tu ruedo, tu rueda, tu estar siempre cerca lejísimos cerca. No has faltado a ninguna cita.

Sentir insensible inhábil insomne imbécil. Tu tren, vendió boletos de ida y vuelta. Yo he sacado uno. Viajamos juntos por los rieles de la existencia. Recuerda buscarme en los vagones.

sábado, 26 de noviembre de 2011

La duda del galán (o me quedo con los dos)

Una actividad que podría ser simple. Pero con Albert Memmi (1994; http://www.ird.fr/afrodesc/IMG/pdf/CUADERNO_No_8.pdf) podría decir que el orden de la lógica no es siempre el de la vida, y que si queremos ser metódicos, la definición, agrego, cualquier definición, debería ser el resultado de esta larga búsqueda.

Qué capo este Memmi: racismo y opresión, retrato de un colonizado. ¿Sabrá este buen señor que encontré uno de sus libros a 5$ en el Parque Centenario? ¡A eso llamo yo socialización del conocimiento!

Ergo, ante cierta afirmación algo diabólica, que nunca fue pregunta, respondí que no (lejos lejísimos de lo angelical) y me le animé al Scirus (http://www.scirus.com/srsapp/), un buscador científico. Debo decirles que sí, que pensé en usar otro buscador para sondear qué dice la web sobre el “clasismo” como orden de clases diferencial y su relación con el racismo (jerarquización racial). “¡No, Google!¡Déjame!¡Suéltame!”, dije con voz de Grecia Colmenares, pero morocha. En otro de los particulares ritos de pasaje que nos toca en suerte o que elegimos, dejé por fin el Google académico como la verdad revelada. Y me fui con Scirus, una especia de George Clooney con barbita de tres días: por lo atractivo, vió.

Usé el lenguaje simple, conceptual (CLASISMO). Preferí empezar por el concepto, para dar lugar a que el buscador me arme una red conceptual (desigualdad, diferencia, racialidad, subalternidad). De no querer sostener mi investigación, volvería a Google (una suerte de Sean Pean en su mejor momento, y que por lo mismo, no sé si dejaría).

Nada. Todavía no me habla el Scirus. Mucho menos “Jorge” Clooney. Imagínense. Y tomé nota del resultado del concepto (en el margen izquierdo hay variables interesantes). En principio, más que dejar de lado, elijo aquellos títulos que me resultan sugerentes por algún motivo.

En todo caso, tengo claro el propósito de mi búsqueda (algún día les contaré más, sino, me preguntan). Por eso la refino: “a por la búsqueda avanzada”. Agrego desigualdad como palabra clave y nada. Acá me dicen en casa que es porque no encontró la asociación el buscador. Indago en “todo el documento”. ¡Me encantó! Hay un texto titulado: “La sociedad civil asimétrica”. Es un capítulo 5 de algo. Tres veces intenté y no abre el pdf. ¡Qué lo tiró!

Conforme, lo que se dice conforme con la búsqueda no estoy. En realidad, siento que una no se termina de conformar nunca. Porque tiendo a la dispersión y creo que, como en todo, debemos aprender a sistematizar tamaña información y sostener nuestros propios y a veces intuitivos “filtros”. A veces siento que el tiempo (la sensación de su falta) nos remite a las primeras páginas con sus links. La web es la constatación de que “no somos nada”. El éxito es relativo, pequeño o gigantesco. Del tiempo, hace 4 horas que estoy analizando, escribiendo resultados y buscando un lenguaje cómplice para comunicar mis reflexiones. Después me bañé, me comí unas cerezas que me salieron más caras que el libro de Memmi y una banana y volví sobre mis pasos.

Confiable, lo que se dice confiable no es el Scirus este. En el mundo global hay que dudar de todo. Lo que sí, me transmite sensación de seriedad y seguridad. Y me parece que busca en varios espacios antes de traerme la información (es como si averiguara que marca de chocolate me gusta para hacerme un regalo).

Habrá que ver. Como todo inicio de una nueva relación.

¡A por ellos!

lunes, 21 de noviembre de 2011

El laberinto del fauno

Como actividad del curso “Búsquedas académicas en la Web”, dictado por el Citep, UBA debimos pensar asociaciones entre procesos de rastreo, indización y presentación de los search engine. Comparto los resultados de mi humilde análisis.

El tema es así: te tenés que tomar el Subte "B", te bajás en Florida y caminás un par de cuadras por Leandro N. Alem. O te tomás el "D", cruzás toda la Plaza de Mayo y seguís bordeando. O el "A", el que viene de Caballito y rodeás la Casa Rosada y bordeás igual que como venís del "D". En todo caso, evitá 25 de mayo que en hora pico es un despelote.

Y te encontrás, de sopetón, con el Archivo General de la Nación. ¿Viste que si seguís por Alem te chocás con esa fachada, esa puerta verde de dimensiones que superan las de cualquier ser humano (no la de un fauno, por cierto)?. En cualquier caso, en el siglo XVIII y XIX, siempre alguien va o viene para Chile y abre boquetes en la Cordillera.

En fin, empieza la búsqueda. La recolección de la información o los datos que te interesan. O te tirás a la pileta y que sea lo que dios quiera. La recolección de datos se asemeja en sí misma a los textos, mapas y documentos que datan de las fechas en que iba y venía gente de Chile y abría boquetes. Por la fragmentación, por la comparación, por el estado, por esa minuciosidad en la lectura de los manuscritos.

Cursiva

El pibe que está en el archivo es el que va a buscar los legajos que le anotás preciosamente en un papelito blanco. No más de 3 por día. Se va caminando con ropa cómoda y que pueda ensuciarse para subirse a las endebles escaleras de los anaqueles y buscar ese legajo que le pediste. El tipo estuvo mesmamente dentro del Proceso de indización; esto es, en anaqueles de hierro o madera algo raídos, producto del paso del tiempo. Algo que siempre está a punto de caer y por tanto debe reconstruirse de forma permanente. Lleno de polvo volvió el pibe de buscar legajos que hasta hace muy poco estaban en restauración.

¡Pero no vaya a creer! De la restauración vienen unas cajas verdes lindísimas, gigantescas, semejantes a la puerta de entrada, la de Leando N. Alem. Una presentación (que define al proceso de) impecable. Entonces una con todo el amor del mundo desata esos nudos y mira y saca fotos y escribe alguna cosa en el papel y disfruta del momento.

Lo que existe dentro de cada archivo es laberíntico. Y si no nos tomamos nuestro tiempo, considerable por cierto, creeremos que nada tiene que ver con nada (o todo tiene que ver con todo), que nos equivocamos de legajo o que nuestras hipótesis eran erróneas (posible, por otra parte). Pero nunca llegaremos a sistematizar la información y ver, verdaderamente, qué tiene que ver con qué, que no, dónde podremos profundizar y con qué será deseable comparar.

Te diste cuenta: la puerta es parecida a las cajas de los documentos restaurados. Toda una estética archivística.



Como la cruda y magistral película El laberinto del fauno, el resultado de la búsqueda puede ser genial (por la magia de la mitología) o dramático. La diferencia es que el dramatismo puede ir entre comillas. Aún no se nos va la vida en esto.

Che, por si nunca se supo, estoy relacionando el archivo con la Web. A qué se notó!!!???