sábado, 3 de septiembre de 2011

De Imperios, Banderas, Empanadas y Orgullos

Hacia 1992, cuando se estaban conmemorando los 500 años de la Conquista de América, solía movilizarme bajo la bandera de los siete colores, la Wiphala, símbolo del Tawantinsuyu, carga ancestral de la cultura andina, representante de los pueblos indígenas.


Hace poco menos de un año, se llevó a cabo un acto en la escuela donde trabajo. Octubre.


En abril, un alumno de 3º año dijo en una clase:


- “A mí me ofrecieron varias veces ser abanderado pero yo siempre dije que no porque no creo en los símbolos patrios”.


Días pasados una alumna de 2º año me preguntó -le había solicitado me realizara un relato de la experiencia del locro que hicimos en la escuela el 25 de mayo (mes, a nuestro entender, de Las Revoluciones)-, si no podía hacer una bandera atravesada por empanadas...brillante...me pareció brillante...en vez de sol, empanadas de carne cortada a cuchillo...O simplemente de carne pero dignas dignísimas como lo eran del saber estar.


Al alumno nunca abanderado en bandera alguna recuerdo haberle dicho algo así como que está bueno apropiarse de los símbolos como una vez que me dijeron a mí que está bueno esto de trabajar en el Estado para apropiarse del Estado para darle forma porque depende de significado depende del sentido que uno le otorgue y el compromiso que adquieran los espacios ocupados aunque no estemos siempre de acuerdo con las decisiones tomadas en esos espacios que hemos comenzado a ocupar. Capaz que encima se lo dije así, pobre pibe, todo rápido y sin ninguna coma.


A la alumna de las empanadas embanderando la bandera argentina le dije que sí, que me encantaba, que le dé para adelante...Hizo otra cosa, una bella poesía que versaba sobre el valor de encontrarnos y compartir. Suele pasar.


Y a la escuela, por ese acto de hace poco menos de un año; a la escuela una denuncia. Por izar la Wiphala en el mástil, apenas por encima de la bandera Argentina . No mezclada ni ensimismada, arribita, encimita.


Se había levantado sobre el frío y gris caño como símbolo de respeto a la diversidad; se dijo que esto era discriminación positiva; la denuncia decía...¡a la pelota, pensé...!! Imagino que debe ser algo así como discriminación a la inversa...¿Como que es positiva porque se discrimina “con honda”?


Mientras tanto subrepticia y subterráneamente ambas flameaban allí cruzándose jugando colores como en un lenguaje paralelo fuera del tiempo como pájaros humeantes de fuego sacro y la carne picada de la empanada en la bandera del locro que no fue.


Y eso que si me preguntaban a mí...hacíamos otro acto...porque con esto de la Wiphala una tiene sus recaudos, porque los imperios son imperios, los subyugados son los que están bajo un yugo, y no quisiera dar lugar a esencializaciones que tanto he criticado a lo largo de estos últimos años. Pero claro, entonces le debería caber algo parecido a la bandera argentina. Pobre niña manchada de decisiones que oriundas desprestigian su pulcritud de colores tenues y armónicos...


El tema es que la Wiphala debió irse del mástil, dejando sola a la no menos esencial “bandera nacional”. No pregunté si hubo resistencia. En general cierta cuota de gastado del cordón que las levanta día a día hace crujidos acordes a risas de adolescentes no todos algunos sino la mayoría que aún se hallan renuentes por demasiado niños al concepto bien planteado de apropiación.


En lo que a mí respecta, harta realmente harta de las falsas ilusiones multiculturales y la ineficacia consabida de los constructos ficticios de igualdad, pretendo con ésto retomar viejas discusiones acerca de la tan mentada “inclusión” epocal. Sumo voces al que quiera debatir el concepto.


Porque encima me queda la duda si el o la denunciante no habrá confundido la Wiphala y sus siete colores con la bandera del orgullo gay...¿Y si así hubiera sido?