sábado, 2 de julio de 2011

¿Propiedad intelectual o legalidad de la co-construcción?

Comienzo esta reflexión con una cita en lo referente al contenido que circula en la web y la propiedad de ese contenido circulante. Centro mis pensamientos en voz alta en la posibilidad de concebir las TIC’ s (nuevas tecnologías) como herramientas pedagógicas teniendo como meta el proceso de enseñanza-aprendizaje. Situada en el contexto 2.0, Silvia Andreoli afirma que “la validación de dicho contenido se realiza a través de la participación activa de todos los usuarios en el espacio digital” (Andreoli, 2011). Conocimiento descentralizado, accesible y co-construido.

¿Por qué reflexionar sobre estas cuestiones?

Considero indispensable que tengamos una discusión seria y sincera al interior de nuestras disciplinas y en nuestro rol de educadores acerca de los derechos de autor (como exclusivos) y el concepto de autoría —que lleva en su seno el de protección—.

¿Y por qué (en términos de finalidad y finitud) discutir estos términos o conceptos?

Porque seguimos escuchando frases del estilo: “es de mi propiedad intelectual”; “me imagino que citás al autor”, y una amplia gama de etcéteras.

Es curioso, existe una frase que se usa en derecho y que versa: El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento (¿quién me la comentó?¡no lo recuerdo!¡el conocimiento circula!). Desde este lugar, la organización Creative Commons señala:

“Las licencias Creative Commons están de hecho basadas en el derecho de autor. Son un ejercicio práctico del mismo. En vez de conservar todos los derechos como opción por defecto, el autor decide qué derechos le interesa conservar y cuáles desea liberar” (http://www.creativecommons.org.ar/staticpages/staticpage/faq/#1-04).

Me detengo en los conceptos de libertad (de la obra cultural), elección (el artista/intelectual elige los posibles usos de su trabajo) y co-construcción (construcción de contenidos en base a mutuas contribuciones). Concordamos en este punto con Grant (cit. por Andreoli, 2011) al definir las prácticas de búsqueda de información que ofrece la web 2.0 como mucho más flexibles y menos rígidas; que alienta a comprometerse con el conocimiento de manera diferente y ofrece la posibilidad de participar en nuevas prácticas colaborativas de co-construcción de conocimiento.

Si abogamos entonces por estas ideas tan caras a nuestro círculo y discurso docente (trabajo colectivo/colaborativo, respeto por el otro, generación de contenidos conjuntos, contenidos transversales, solidaridad) debemos —creo, humildemente— trasladar vis a vis a los alumnos estas formas de considerar la construcción del conocimiento.

Me preocupa el hecho de cómo pensar la edificación de un pensamiento crítico y abierto en este sentido, más acorde con los nuevos contextos que estamos viviendo. Sostengo que no podemos transmitir estas maneras de trabajar a los chicos si antes no confiamos que es posible y, sobre todo, realizable, entre colegas (algo si se quiere similar al planteamiento de Edith Litwin en cuanto a la transparencia, la validación y los usos del conocimiento que el docente debe exponer a sus alumnos, http://www.youtube.com/watch?v=pm9ekD5DiXs).

Me preocupa, de hecho, que sigamos sosteniendo principios tan fuertes como el de propiedad y el de individuo y cómo se los transmitimos a los alumnos. No olvidemos que nos escuchan. Y me atrevo a reflexionar sobre esto porque hay cosas que tengo muy claras, y tienen que ver con la dimensión ética, que atravesó y atravesará la historia de la humanidad; dimensión de la cual no estamos exentos hoy.

Por eso acudo metafóricamente a la ley. Cosa rara la legalidad. ¿Y si comenzamos a creer en la legalidad (y no sólo en la legitimidad) de la participación, del trabajo con los otros (“remixar”), de crear y experimentar, de interactuar; en definitiva, de co-construir? Si conocemos las reglas (léase Creative Commons, software libre, wikis) sabremos exactamente cómo posicionarnos frente a este nuevo contexto de producción y las nuevas dimensiones que pudiera adquirir.

4 comentarios:

  1. Cuando hice referencia en mi blog a cerca de las Licencias Creative Commons, no me refiero a ser el dueño del conocimiento y fin de la discusión.
    En este ensayo del uso de nuevas tecnologías que estamos haciendo, nos están dando nuevas herramientas que nos permitirán generar un conocimiento superior, es innegable que el resultado de un grupo siempre es superior a la producción de sus individuos.
    Pero como dice Laura Benitez en la mesa de discusión en el tema reflexión:
    “De hecho a nadie le gustaría que un profesor que guía a un practicante en el Centro de Odontología,……….., deje al practicante hacer y deshacer.. mientras un hijo se desangra...”
    De la misma manera digo que nadie entregaría su boca o la de su hijo a un “Ortodoncista????” Que ha “bajado” de la web la información de/y los casos clínicos para acreditarse como tal. Al paso que avanza la tecnología dentro de poco tiempo se podrá generar a partir de una foto un objeto sin la necesidad de recurrir a un complejo proceso de escaneo.

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  2. Gabi y demás amigas y amigos,

    Mi comentario será muy "de pata en el suelo", y más extraviado que apuntado, disculpen. Es un cuento de tonto que irá incluído en un libro próximo, "El Intranquilario". Cuando lo escuché, me dejó pensando si al querer atribuirme alguna propiedad sobre una idea, no estoy haciendo lo mismo que don Próspero, el personaje del relato. Ahí va:

    Las máximas de San Martín…

    Eso de los derechos de autor también es bastante relativo. Vieron que en otros tiempos no había un concepto tan estricto de la autoría como en la actualidad. De no ser por eso, Shakespeare habría perdido varios juicios y habría terminado entre rejas, porque echaba mano de toda buena historia que encontraba, sin mirar mucho de quién era.
    Derecho discutible, en suma… salvo en el caso de este libro que usted está leyendo, y de este autor. Pero por cierto, muchas ideas andan dando vuelta por una época, sin que se las pueda atribuir exclusivamente a una persona; se diría que constituyen un patrimonio social.
    Esto podría haberlo alegado don Próspero Mercado (aquel de “Imagínese yo, que soy un intelectual”); pero no lo alegó, porque sin duda él se sentía autor del célebre escrito que publicó.
    Para que sus alumnos de la Academia de Mecanografía practicaran, él había transcripto a máquina en un cuadernillo un texto memorable.
    En la portada del cuadernillo se podía leer:

    Las Máximas de San Martín
    por
    Próspero Mercado

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  3. Gracias don Próspero! y Ramón, que supiste encontrar en ese paisano en origen de la verdad del relato oral,el que se transmite y circula. El que es de todos y no es de nadie. ¿Sos un poco don Próspero?¿Yo otro poco?¿Don Próspero es un poco nosotros?

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  4. Gracias por aceptar esta paisanada, Gabi! (Justamente estaba escribiendo algo sobre cómo José de San Martín se paisanizó en el modo de hablar y escribir...) Por cierto, no vos, pero yo sí, soy tan presuntuoso como Próspero. Hay algo iluminador en estos cuentos; cada vez que uno se ríe del tonto, descubre que se está riendo de sí mismo. Y eso puede ser liberador, no? Bueno, de nuevo gracias por aceptar el comentario!

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